El encanto de la literatura

¿ Qué se encerrará en esa pequeña hoja de papel que se le ilumina el rostro?.
Las frases de un texto son emociones concretas, no se las lleva el viento como a las palabras. Lo bueno es que podemos leerlas tantas veces como queramos y emocionarnos una y otra vez. Lo malo es que quedan escritas y cuando las relees, a veces -sólo a veces-, te arrepientes de haberlas escrito. Sin embargo, hay una placer insuperable en la lectura de aquellas cosas que escribimos y que nos escriben. Inspiran una mezcla de esto y una pizca de aquello: recuerdos, sensaciones, estados, sentimientos,...
Lee y escribe, ya verás.



En literatura está permitido hablar de las personas de esa sociedad paralela que, como dicen ahora, tienen “una existencia virtual”. Todo tipo de personajes corren desaforados por sus túneles como nosotros a través de los nuestros.
-¿Te has enterado de lo de la mujer de Lázaro, el aguador? -podemos decir-, y lanzar sobre la pobre manceba todos nuestros malos humores, como si estuviésemos en una reunión de vecinos, y sonreír satisfechos ante tamaña afrenta, que no es real, porque nosotros no queremos que lo sea.
Cuanto más verosímil mejor, pues la línea que nos separa de la ficción se hace más sutil, hasta llegar casi a diluirse. Es lo que se lleva: forzar los límites.
¿Viven los personajes en sus historias? No, viven en su nombre.

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