El relato de Mario Barrera Román

Aquí tenéis el relato con el que Mario ha obtenido el premio en el concurso de Jóvenes Talentos. Felicidades a este alumno de 2º de ESO A que ha participado, además, como miembro muy activo del Club de Lectura de la Biblioteca.
(Los términos destacados corresponden a los que debían aparecer obligatoriamente en el relato, según las normas del concurso)


Y NUNCA MÁS

¡Pom! Alicia cayó al suelo de nuevo, era la tercera vez que intentaba esa voltereta, probablemente, no era capaz de hacerla bien porque hacía mucho que no practicaba, a decir verdad, llevaba sin rememorar las técnicas de Judo que aprendió de niña desde que terminó la carrera, hace ya tres largos años. Le habían pasado tantas cosas desde entonces que ya casi no recordaba el tiempo en el que vivía en España, donde había estudiado arqueología, donde había descubierto su amor por lo pasado…
En verdad el calor del desierto y el polvo de las excavaciones tenían que estar volviéndola loca, o tal vez era sólo su terrible obsesión por encontrar el medallón del faraón Hotep. Era el objeto que más le había llamado la atención de todos los tesoros que, se suponía, llenaban las peligrosas arenas del Sáhara. Según los escritos, estaba hecho de oro y tenía un minúsculo bloque de granito en el centro. Podía parecer decepcionante, pero lo mejor de él, estaba por llegar. Indagando un poco más, Alicia descubrió una misteriosa leyenda que giraba en torno a la joya. Un desconocido sacerdote contaba en sus crónicas que aquel que llevara puesto el colgante, experimentaría en su persona la irrefrenable necesidad de poseer y controlar todo el planeta.
Algo en su interior decía a Alicia que el medallón de Hotep estaba escondido cerca de allí, por eso había ido con su hermano Eric y todo el equipo de exploración.
En ese momento, un estruendo ensordecedor llegó a oídos de Alicia, la cual no movió un músculo, sabía perfectamente lo que era, no hacía falta que corriera, la esperarían, siempre lo hacían, para algo era la jefa.
Cuando salió vio que estaba en lo cierto, el estruendo se debía a que he la máquina excavadora había tocado con algo duro, algo que no era arena. Ya habían empezado a retirar de los escombros y podía verse el techo semiderruido de un edificio.
Al anochecer, ya se había despejado lo suficiente como para entrar. Pasaron sólo Alicia y Eric, este último era especialista en las trampas y acertijos que solían dejarse en esas tumbas por eso iba delante. Recorrieron corredores y salas hasta llegar a una sala abovedada con un dibujo del medallón en la pared y un pequeño altar de piedra vacío. Alicia supuso que habían llegado tarde y apesadumbrada fue saliendo. No se dio cuenta de que Eric no la sequía hasta que, cuando, con la cabeza ya fuera del hueco de salida, algo cambió en el aire, como cuando pasas por una calle llena de contenedores de basura y luego vuelves a otra de aire puro. Alicia se asustó y volvió corriendo a la sala abovedada donde Eric yacía en el suelo. La pared estaba rota y el medallón colgaba de su cuello.
Alicia intentó despertarle, le quitó el colgante, pero no respondía. Rápidamente llegaron otros compañeros y entre todos lo subieron al coche y le llevaron al pueblo más cercano donde enseguida le ingresaron en el hospital.
A la media hora, un médico salió a hablar con Alicia y le dijo que no debía preocuparse, que su Hermano había sufrido un shock muy fuerte y estaba inconsciente, pero que se encontraba bien y no tardaría en despertar.
Entonces, una tremenda oleada de felicidad sacudió a Alicia de arriba abajo y en ese momento tomó una firme decisión: desde ahora, se dedicaría a buscar vasijas y tesoros y dejaría en paz a los dioses y su oscura magia que tantos pesares le habían causado.


Mario Barrera Román

Comentarios

  1. trampas, basura y felicidad tambien eran obligatorias. olvidé resaltarlas.
    Mario Barrerra

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