Una luz sobre el pasado...


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Independientemente de su calidad literaria - algo le he leído en inglés y es ciertamente complicado aunque quizás más hermoso que las traducciones de que disponemos- Dickens siempre fue para mi una ventana al pasado. Yo ya no puedo imaginar la sociedad británica del siglo XIX si no es a través de los ojos de Dickens. Y lo bueno es que es una visión crítica y no idílica como puede ser la que nos ofrece en sus obras -y no es mala, por supuesto- Jane Austen. Esa es una de las grandes aportaciones del escritor inglés, hoy que celebramos el segundo aniversario de su nacimiento.


Me gustaría hoy tener la posibilidad de disfrutar esas novelas por entregas que hicieron famosos tanto a Dickens -David Copperfield fue un éxito editorial- como a los grandes autores franceses como Alejandro Dumas. Hoy, quizás devorados por el rodillo editorial y los medios de comunicación de masas, no disponemos de ningún autor de prestigio que nos ofrezca una de sus novelas por entregas. Debía de ser excitante esperar el desenlace de una obra, el nudo de otra o cómo tal o cual personaje sufría, padecía o disfrutaba dentro de una historia maravillosa. Lo más parecido que tenemos en nuestro mundo de ficción son las series de televisión y los guiones se adaptan a los gustos del gran público lo que los aleja de la verdadera literatura.



La complejidad de la existencia de los personajes de Dickens no hace sino reflejar la compleja y cambiante realidad de la sociedad británica de la revolución Industrial. Donde hoy hay miseria y pesadumbre, pronto aparece luz y amor que son rápidamente truncados para volver a sufrir. Lo cierto es que sus historias acaban bien, en general. Una concesión al gran público que no hubiera podido padecer más sufrimiento del que ya tenían sus propias vidas.

Tres guiños personales a Dickens. El primero es para Cuento de Navidad. Ebenizer Scrooge es mi personaje favorito de la infancia. Cuando vi la obra por primera vez en televisión, rápidamente cayó en mis manos como lectura. La posibilidad de redención sin mediar la fe: lo justo para un pobre alumno de un colegio religioso que quería revelarse contra el discurso que le atosigaba.



Segundo, mis alumnos de la sección bilingüe vieron el año pasado Oliver Twist -v.o subtitulada en inglés- de la mano de la versión de Roman Polanski. No fui el autor de ello pero acabé por ver el film para ayudar al profesor de inglés. No pude por menos que emocionarme. No por la interpretación o la maravillosa ambientación sino porque era difícil explicar tan bien, tan claramente cómo se enfrentaban a la vida las clases bajas de la Europa de principios del siglo XIX. Sobramos los profesores de Historia. Este año hemos visto Los Miserables de Victor Hugo, no es lo mismo.



Tercero, y último. He visto hace poco Hereafter -más allá de la vida en castellano-, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Matt Damon. Me emocionó ver como Lonegan, el protagonista, calmaba su atormentado espíritu escuchando noche tras noche lecturas declamadas de las obras de Dickens. Incluso en un pasaje de la película ve a Derek Jacobi declamando un fragmento de Little Dorrit y ese instante le cambia la vida. Un majestuoso guiño de un no menos maravilloso Eastwood.



Leamos, pues, a Dickens. Tan válido hoy como hace más de cien años en el cenit de su carrera.

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