Ya es Navidad...

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     Quizás sea la Navidad uno de los momento del año -junto al torrido Agosto- en el que más leemos.
    Las razones son múltiples, desde mi punto de vista. Sin querer darle una jerarquía, podrían ser el crudo invierno que solemos sufrir, con bajas temperaturas que animan a recogerse en casa con un café caliente y un buen libro; la vorágine consumista navideña que lleva a convertir al libro en un regalo tópico cuando no se tiene la imaginación suficiente para regalar otra cosa -muchos lo leen, otros solo lo empiezan...-; el recogimiento que propician las vacaciones, lejos del duro tragín cotidiano, que invita a descansar abrazado a un libro o a sumergirse en su lectura en un acto de sublime descanso; la tarea, el trabajo, los deberes, siempre omnipresentes en vacaciones y siempre vinculados a la lectura. En fin, a cualquiera de vosotros, seguro, se os ocurrirían mil y una razones por las que la Navidad se relaciona con la lectura. 

 
    Nosotros os proponemos otra forma de leer, cada vez más en boga: el microrrelato. También las vacaciones navideñas están llenas de momentos acelerados, estresantes, de viajes, fiestas, compras, cañas y jolgorio familiar o de amigos. Entre estas actividades hay huecos, instantes, lapsus, momentos que pueden ser aprovechados para leer. La mayoría acude al Whatssap, al Skype, a hurgar en los Apps del smartphone o en los juegos...Pero, ¿Y si leemos? Sí, sí, leer. ¿Un novelón?, ¿Un largo artículo periodístico? No, un microrrelato.

    Desde aquí os oferecemos una relación de microrrelatos vinculados con la Navidad. Dos, a modo de ejemplo, y un enlace para que os descargeis un archivo .pdf con muchos más.


    ¡Feliz Navidad! 




El abeto
por J.M. Caballero Bonald

La mujer fue trasladando las bolsas al dormitorio. A un lado amontonó las que contenían productos perecederos y, al otro, las de los juguetes y adornos de variada aplicación. El abeto lo dejó afuera, en el pasillo. La mujer observó el resultado de su tarea y la encontró bien hecha. Luego se acostó. Las compras la habían fatigado y ya era bastante tarde. Una vez dormida advirtió que se le había incorporado al sueño un roce anómalo, como de arañazos en la pared. Pensó en el abeto un segundo antes de no pensar en nada. El abeto era de plástico, pero llevaba incorporado un práctico mecanismo de crecimiento. A juzgar por los síntomas, tenía que haberse producido algún desajuste en la maquinaria, pues las ramas del abeto taponaban el pasillo de modo selvático. La mujer ni siquiera necesitó despertarse para comprender que estaba atrapada.


El relevo
por José Luis García Sánchez

Le despertó con un vaso de leche caliente. Le tenía el traje rojo planchado y las botas lustrosas. Le dio entre lástima y vergüenza ver a su marido, jadeante, arrastrando por el pasillo un saco de regalos inútiles y pasados de moda, hasta cargarlo, entre resoplidos, en el trineo. Le puso la bufanda que acababa de tejer y le limpió el moquillo. El hombre bostezaba. Tosía: estaba hecho un viejo cegato y culón. Cuando los renos alcanzaron su velocidad de crucero, Mamá Noel murmuró: “El pobre está acabado, voy a tener que hacerme cargo del negocio...”.


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